Unidades de carga VS sostenibilidad


La cadena de suministro y su continua evolución es un entorno dinámico y con alta complejidad y competitividad, debe dirigirse hacia el cumplimiento de las exigencias del mercado. Para ello es necesario la integración de todos los eslabones que conforman la cadena de suministro, con nuevos planteamientos que contemplen inventarios de alta rotación, cantidades precisas de existencias, ciclos de tiempos más cortos, mayor calidad en la respuesta de servicio y mayor eficiencia medioambiental.

En este contexto, el concepto de unidad de carga juega un papel clave en cuanto a costes que repercute sobre la productividad de la ocupación de espacio en el transporte, el almacén, la tienda, y la manipulación que se da en los procesos del proveedor y distribuidor. Para ello, es necesario alinear las particularidades de la demanda con los requisitos estándares de la unidad de carga.

Por lo tanto, las unidades de carga dentro la cadena de suministro contribuye a la consecución del objetivo de colocar de forma eficiente el producto en el lugar y cantidad correcta, de forma que cualquier movimiento de la unidad de carga desde el proveedor hasta la tienda detallista implique el mínimo de operaciones y consumo de recursos.

Para ello, proveedores y distribuidores deben coordinar conjuntamente el diseño apropiado de las unidades de carga en función de los principios y orientaciones descritas por AECOC (sin olvidar que no existe una formula única y universal que sirva para todos, pues la categoría de productos y la tipología de la cadena suministro, son dos condicionantes que deberán tenerse siempre en cuenta).

Gracias a las RAL y la flexibilidad de su enfoque facilitan la labor de estandarización y unificación de criterios con el objetivo de elaborar estándares, y limitar la proliferación de tamaños de las unidades de carga en el ámbito nacional y de la Unión Europea.

Unidades de carga eficientes. Fuente: AECOC

Pero el problema no termina aquí, todo esto de las unidades de carga eficientes está muy bien si incorporamos el factor sostenibilidad. La huella de plástico y desechos de cartón que producen los supermercados a la hora de almacenar los productos en las estanterías y/o lineales es descomunal. Es verdad que en los últimos años se han reducido el uso de envases/embalajes y, solo en lo referente al cartón, el ahorro alcanza casi medio millón de toneladas. Aún así nos encontramos a años luz de conseguir esa eficiencia sin descuidar la sostenibilidad.

Es curioso observar el compromiso de la ciudadanía en su compra diaria, al mismo tiempo que la lentitud de los supermercados ante la emergencia. En múltiples ocasiones, los supermercados, en vez de escuchar e intentar implementar nuestras demandas, han anunciado un nuevo envase o forma de reducir el plástico con la intención de ganarse la confianza de la ciudadanía, y hacer creer que están liderando la búsqueda de soluciones a esta crisis plástica. Pero no todas las “soluciones” propuestas son iguales o equitativas. Sustituir el plástico por otros materiales desechables desplaza esos impactos a otros sectores de nuestro medioambiente, y sigue alimentando la cultura del usar y tirar, generando millones de toneladas de residuos cada año.

En 2019 hemos visto una diferencia entre los supermercados que han empezado a dar pasos en la dirección correcta (Eroski, Alcampo, Lidl, Aldi), y supermercados a los que, por diferentes motivos, aún les queda muchísimo trabajo por hacer (Mercadona, El Corte Inglés, Día, Carrefour). Ciertamente, ninguno hasta ahora ha establecido todas las medidas necesarias para decir adiós a los plásticos de un solo uso ni a la cultura del usar y tirar.

Ranking de supermercados según sus compromisos para frenar la contaminación por plásticos en 2019. Fuente: Greepeace

¿Cuál es la solución entonces? Estas son algunas de las propuestas recopiladas:

– Apostar por el granel y las alternativas reutilizables.

HOJA DE RUTA: establecer una estrategia con acciones y fechas muy detalladas para conseguir un x% de reducción antes de 20xx.

– Invertir en modelos reutilizables que nos alejen del «usar y tirar». Por ejemplo, vender bolsas de malla reusables para comprar fruta y verdura y permiten que cada cliente lleve su propio envase reutilizable.

Eliminar cubiertos, platos, bolsas de plásticos… progresivamente o utilizar de otros materiales desechables.

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