El cierre de las centrales nucleares y su impacto en el medio ambiente


La energía nuclear siempre ha sido fuente de críticas tanto por seguridad como por la gestión del vertido de sus residuos.

De hecho en 1980 el gobierno alemán estimo que existía una probabilidad de accidente 16% en los reactores nucleares en Europa y un 40% a nivel mundial para un periodo de 40 años.

Hoy en día la probabilidad se vería reducida al 0,3% en Europa y al 0,9% a nivel global, sin embargo, accidentes nucleares como el de Chernobyl en 1986 y el de Fukushima en 2011 no inspiran especial confianza en esta energía.

En la actualidad multitud de países han tomado medidas para reducir la dependencia de la energía nuclear o incluso a eliminarla por completo como Suecia en 1980 o en Alemania donde se decidió en el año 2000 y culminará el cierre de todas las centrales en 2022.

Estas decisiones, al contrario de lo que se buscaba, han supuesto un desastre ecológico mayor del que se esperaba.

El caso alemán

En Alemania se ha pretendido realizar una transición energética cambiando la energía nuclear por energías renovables..

Sin embargo, no es barato almacenar energía. La energía solar y eólica producen su energía de manera discontinua y si el uso de otras energías no tan ecológicas no es capaz de asegurar una disponibilidad continua de la energía como si puede hacer la energía nuclear.

El gas natural no es una fuente de energía renovable pero en comparación con otras fuentes de energía resulta bastante poco contaminante. Pero, Alemania, por motivos geopolíticos, no quiere aumentar su dependencia con Rusia que le impidió intervenir en el conflicto con Rusia.

El Lignite, la clase de carbón más contaminante, genera en la actualidad el 22,5% de energía y en total el carbón representa 35,4% de la producción total de energía eléctrica. La producción en base a energías renovables es del 34,9%.

Por lo tanto, el cierre de las centrales nucleares en Alemania ha impedido reducir la producción de energía en base a otras fuentes más contaminantes.

Pero a todo el coste medioambiental hay que sumar el coste económico. En la actualidad, según datos de Eurostat, Alemania es junto a Dinamarca el país con la electricidad más cara, un 50% superior a la media Europea.

El efecto Bullwhip en la naranja


El conocido como efecto látigo o Bullwhip, es uno de los mayores generadores de inestabilidad en la cadena de suministro, la falta de comunicación e información entre los diferentes actores de la cadena acentúa el problema.

Uno de los sectores más castigados por este fenómeno es el de las materias primas y la agricultura donde son frecuentes las altas variaciones en las cotizaciones de las mismas debido a las grandes disparidades entre la oferta y la demanda.

De la misma manera que una mina puede tardar varios años desde que se obtiene la concesión hasta ésta que comienza a operar, pueden tardar varios años desde que se planta un árbol, en este caso naranjo, hasta que éste comienza a producir sus frutos. En el caso de un naranjo este tiempo suele ser de 3 a 5 años dependiendo de la calidad de la tierra, el pie tolerante y la calidad de los cuidados.

Pero, al contrario que en otros sectores, la producción en la agricultura no es constante, las plagas, las condiciones climáticas y otros muchos factores pueden también variar la oferta de naranja y, por lo tanto, los precios.

Por lo tanto, por el lado de la oferta tenemos unos productores que tardan entre 3 y 5 años en comenzar a adaptarse a la demanda y, que además, pueden sufrir desviaciones de producción.

Sin embargo, la demanda resulta bastante distinta. Resulta ser bastante estable en el tiempo y apenas experimenta variaciones.

El resultado de estas variaciones, puede experimentarse tanto en la prensa como en los precios y este año es un claro ejemplo de ello.

Por el lado de la prensa nos encontramos con noticias a día de hoy sobre la caída de los precios por culpa de la naranja de Sudáfrica, quejas de agricultores que no cubren gastos y las diferencias en precio entre el campo y el supermercado.

Ejemplos:

https://elpais.com/economia/2018/12/28/actualidad/1546024261_667001.html

https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20190102/453838608274/naranjas-valencianas-sin-recoger-perdidas-caida-precios-acuerdo-sudafrica.html

Sin embargo, el discurso de hace un año era bien distinto, parecía que la naranja de valencia era tenía el viento de cara y que incluso resultaba ser un buen negocio.

Ejemplos:

https://www.freshplaza.es/article/115432/La-demanda-de-c%C3%83%C2%ADtricos-tipo-Valencia-es-mucho-mayor-que-antes/

http://valenciafruits.com/los-precios-en-origen-de-los-citricos-siguen-una-linea-alcista/

¿A qué se debe todo esto? Seguramente hay quien asegurará que la única diferencia son las importaciones de Sudáfrica, pero, ¿seguro que la culpa es de Sudáfrica? Por su puesto que la importación en Europa de naranja del continente africano puede tener cierta influencia en los precios, pero seamos justos y no les señalemos como único culpable.

El acuerdo con Sudáfrica por el que se suprimen los aranceles a la exportación de la naranja pasa desde el 15 de octubre hasta el 30 de noviembre es de 2016 y por lo tanto, en 2017 también existía la competencia.

Las caídas en los precios con el punto de mira únicamente en el año en curso pueden dar una idea errónea sobre la situación actual. Los precios de la mandarina de tipo clemenules en la campañas 2014-2015, 2016-2017 y 2017-2018 fueron superiores a lo común y si nos remontamos a la campaña 2012-2013 se puede observar que los precios eran muy similares a los actuales. De modo que el ciclo de 3 a 5 años que puede deducirse del tiempo de crecimiento de un árbol parece, en cierta medida, cumplirse para este caso.

Este año, además la producción se ha visto favorecida por unas condiciones climáticas bastante favorables.

La producción de naranja según la Unión Europea aumentó en un 10,4% en 2018.

Este año, por lo tanto, se han juntado tres factores en la oferta que han bajado los precios: Incremento de competencia por el favorecimiento del libre comercio, aumento de la oferta por el punto del ciclo de producción actual y unas condiciones meteorológicas muy favorables para la producción.

Sin embargo, este fenómeno de ciclicidad no es tan fácil de analizar como mirar un gráfico de la evolución de los precios de la naranja, de la mandarina o del zumo de naranja. Si bien es cierto que se puede ver una elevada variación en los precios en todos ellos propio del efecto Bullwhip, no se puede observar con claridad el efecto del ciclo de producción en un intervalo temporal claro, normalmente son datos agregados de distintas variedades con características distintas que pueden llevar a que una determinada variedad tenga un precio que no cubra los costes y otra los cubra cuatro veces. Además la especulación en futuros puede generar distorsiones en el precio.

¿Qué puede hacer el agricultor para adaptarse y amortiguar estas variaciones?

Al contrario de lo que común en el sector industrial, el aumento de información a lo largo de la cadena de suministro no es tan relevante (aunque si es conveniente). Como ya hemos visto, realizar cambios en los niveles de producción no es tarea fácil y la demanda es en cierta medida predecible por la escasa variación en los hábitos de consumo.

Por lo tanto, el conocimiento del ciclo de producción puede ser una potente herramienta y un valor diferencial del agricultor que debe actuar en consecuencia. El agricultor promedio tiende a aumentar la superficie cultivada con el aumento de los precios, y, para cuando estas nuevas superficies alcanzan su nivel de rendimiento óptimo, llegan de nuevo las bajadas de los precios. Un agricultor perspicaz y con el conocimiento de los precios aumentará la superficie cultivada cuando el resto las disminuya, aprovechándose de este modo, de precios bajos para aumentar la superficie y de precios altos cuando ésta alcance su pleno rendimiento (o mejor, aún comprar tierra en producción).