Burning sale


En la clase anterior mencionamos la importancia de diferenciar entre una mala gestión de los stocks y la generación por parte de la propia empresa de productos obsoletos, al estar constantemente innovando. En la industria textil, muchas firmas comerciales han pasado de tener tres o cuatro colecciones al año a tener nuevos modelos cada dos semanas. Así mismo mencionamos, que existen grandes marcas de diseño que prefieren quemar sus productos antes que rebajarlos para que no se devalúe la imagen que proyectan de lujo y exclusividad. Esto me impactó, por lo que me puse a investigar qué es lo que hacen con los productos obsoletos en la industria de la moda.

Cada año se fabrican más de 150.000 millones de prendas. De esa cifra un 30% nunca llega a venderse. Las tendencias de moda de hoy son la basura de mañana. Un círculo vicioso en el que la producción de ropa ha alcanzado un nivel insostenible. La presión del mercado ha potenciado la ‘fast fashion‘, de consumo rápido, compulsivo y de duración mínima.

Las empresas textiles accesibles al consumidor en general, cuentan con un sistema multietapa para deshacerse de las colecciones. Primero venden los excedentes en primeras, segundas y hasta terceras rebajas. El excedente de dichas rebajas es enviado a los Outlets, segunda etapa del proceso. Los Outlets pueden ser tiendas físicas de cada firma, o tiendas digitales de compras privadas online o ventas flash, tipo Privalia  o Veepee, las cuales contribuyen una alternativa más rentable para la marca que una tienda física. Por último, las grandes cadenas, donan o reciclan las prendas excedentes al final de cada temporada a organizaciones no gubernamentales, con las que generalmente tienen acuerdos de colaboración. Sin embargo, los excedentes que no alcanzaron venderse a través de los métodos anteriormente descritos, finalizan en vertederos o son incinerados.

Por otro lado, se encuentran las marcas de diseño más exclusivas, las cuales se han dedicado durante años a incinerar las carísimas creaciones que no lograban colocar en el mercado. Marcas como Burberry, Chanel, Louis Vuitton o Hermès prefieren eliminar sus ‘stocks’ antes que donarlos o reciclarlos, cada vez que entran en temporada de saldos.  Lo que conlleva que al día de hoy la industria textil sea la segunda industria más contaminante del mundo, por delante de la ganadera y sólo por detrás de la petrolera.

Sin embargo, a razón de la evolución en la conciencia medioambiental que globalmente se percibe, la industria de la moda ha comenzado a realizar actos para contribuir con el medioambiente. Burberry, solo en lo que fue el año 2017, envió al crematorio piezas sin estrenar por un valor cercano a 35 millones de euros. Cuando en el año 2018 anunció públicamente que dejará de incinerar sus prendas obsoletas de alta gama, el director ejecutivo de Burberry dijo: «El lujo moderno significa ser social y ambientalmente responsable». Al día de hoy, pasó a ser una de las firmas de lujo con estrategias sostenibles.

Siguiendo esta línea de cambio, otras marcas exclusivas tomaron medidas como la de no producir en serie, sino a demanda, es decir por encargo de sus clientes.  Aun así, el tema del remanente textil sigue siendo un gran problema. Por ello, algunos países trabajan en fórmulas para acabar con estas prácticas. Francia prevé sacar una ley para prohibir tirar o quemar todo aquello que no se venda e impulsar la obligatoriedad de destinarlo a un proceso de reciclaje o al servicio de las ONGs. Alemania por su parte, estudia medidas similares para el avance de la llamada ‘economía circular’, que persigue reducir la generación de desechos innecesarios.

Nuestras acciones cotidianas tienen consecuencias ambientales. Es difícil pensar en un mundo sin ropa ni textiles, prácticamente no hay forma de eliminar este insumo de nuestra vida diaria. Pero esto no significa que no podamos transitar a un consumo responsable y sostenible.

La próxima vez que estemos por comprar algo basándonos en una tendencia y no en una necesidad pensemos ¿realmente lo necesito?, y contribuyamos al Planeta.

¡Hasta la próxima!

Magdalena Cabrera

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